MI PRIMERA VISITA AL ESTADIO CHIMBOTE
Por: Eduardo Quevedo Serrano
Por: Eduardo Quevedo Serrano
Estadio Vivero Forestal de Chimbote-Perú.
Imagen de inicios de los años sesenta
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Mi hermano tenía trece años de edad, y manejaba el triciclo. Yo tenía siete, e iba sentado sobre la baranda derecha de la canastilla.
Por ese entonces, en nuestra casa ubicada en el barrio San Isidro, mi padre tenía una tienda de abarrotes, frutas, vegetales de panllevar, y también distribuía gaseosas y cerveza.
Las naranjas provenían de este negocio.
Aquel domingo habíamos estado vendiendo por el jirón Derteano del barrio El Progreso, y luego volteamos hacia la derecha con dirección a la avenida Gálvez.
Subíamos la dura cuesta del puente Gálvez con dirección norte. Coco empujaba el triciclo y yo jalaba. Mi hermano estaba preocupado, no habíamos vendido muchas naranjas, y mi papá podía molestarse.
Cuando llegamos a la cima del puente, el ánimo de Coco cambió. Él sonrió, y dijo: “Conozco un sitio donde podemos vender bastantes naranjas”. Y, siguió manejando el triciclo con dirección norte.
“Coco sonrió, y dijo -Conozco un sitio donde podemos
vender bastantes naranjas- , y siguió manejando el triciclo
con dirección norte”. Foto: Cortesía de Miguel Koo Chía
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En nuestro trayecto pasamos frente a la calle Simón Bolívar donde se apostaba el paradero de colectivos Nº 14 cuyo recorrido terminaba en la urbanización La Caleta. Pasamos también por el sindicato de trabajadores de la empresa Sogesa (después Siderperú) y el viejo cine Ideal. A este punto Coco giró el triciclo hacia la izquierda, y avanzamos rodeando al coliseo Paul Harris.
Súbitamente, frente a mis ojos se alzó parte de una edificación entonces desconocida para mí. Pude ver un enorme cerco de adobes y ladrillos sin enlucir, una puerta grande, una multitud apostado delante de la entrada, y, un griterío entusiasta provenía desde su interior. Era el viejo estadio Vivero Forestal de Chimbote.
La entrada frente a mi vista era la Puerta Nº 1 del estadio, colindante con el coliseo Paul Harris y de cara a la avenida Industrial de Chimbote. Y la muchedumbre congregada frente a este acceso, era la gente que esperaba por La Segundilla.
La Segundilla, era los quince minutos finales de los encuentros de fútbol disputados en el viejo estadio. Las puertas se abrían, y los aficionados que no había tenido dinero para comprar su boleto, entraban gratis a mirar el último cuarto de hora del partido.
Y eso era lo que mi hermano Coco había tenido en mente, cuando pensó en un buen lugar para vender las naranjas.
A mis siete años de edad, la experiencia personal más próxima a lo que estaba a punto de presenciar, eran mis domingos en La Pampa de la urbanización 21 de Abril de Chimbote. El mismo terreno donde hoy se encuentra ubicado el colegio Santa María Reina.
Recuerdo que domingo a domingo, mis hermanos y yo, cruzábamos la pista de la avenida Aviación que separaba mi casa de La Pampa, y en este canchón de tierra veíamos a nuestros primeros héroes del balompié disputar partidos de fútbol por honor y modestos trofeos. Equipos como el Juan Joya, Cenit, Estrella Roja, y el San Francisco de Asís sudaban la camiseta ante una muchedumbre reunida alrededor de los cuatro costados del campo de juego.
Pero aquellos domingos en La Pampa, no me habían suficientemente preparado para este otro domingo de 1968.
Una vez que se abrieron las puertas para La Segundilla, la gente entró corriendo al estadio. Detrás de ellos, y en medio de una polvareda de tierra, mi hermano Coco y yo empujamos nuestro triciclo.
De aquel día en el estadio no recuerdo mucho en realidad. Pero mis escasas remembranzas se quedaron conmigo, tatuadas en mi mente para siempre.
Me impresionó el verdor del gramado de juego. No había visto antes en Chimbote tal extensión de grass. Era más grande que las áreas verdes de la Plaza de Armas y la Plazuela 28 de Julio (hoy Plaza Grau).
Me impactó también el colorido de la muchedumbre en las graderías. La diversidad de atavío, acentuada por la claridad brillante del día, me invadió de luz y algarabía.
Y me gustaron sobremanera los colores de la casaquilla del José Gálvez FBC, porque eran los mismos colores de la bandera de mi patria.
Efectivamente, aquel domingo de 1968, en el gramado de juego, el equipo de la franja roja disputaba la clasificación de la Zona Norte “B” de la Copa Perú, enfrentado al Carlos A. Mannucci de Trujillo.
Debido a la fragilidad de mi memoria, por mis escasos siete años de edad, no recuerdo a ningún jugador galvista de ese día.
Lo que sí recuerdo es que por aquellos años en que los días eran siempre soleados en nuestro puerto, al final de los partidos en el estadio la gente “bajaba” en tropel por las calles de Chimbote. Y desde la esquina de mi casa yo los veía pasar.
Cerca de mi vivienda docenas de personas pasaban caminando por la pista. Ellos habían cruzado El Panteón en el barrio El Progreso, habían atravesado también el jirón José Balta y la urbanización 21 de Abril. Muchos, a través de la avenida Aviación, seguirían con dirección a los barrios 12 de Octubre y El Zanjón, y otros hacia San Isidro, Magdalena Nueva y el Dos de Mayo.
Algunos de ellos, en su retorno a casa, se detenían en el negocio de mi padre, y tomaban un par de cervezas “al paso”. Y yo siempre estaba ahí, en medio de los bebedores de cerveza, porque me gustaba escuchar sus conversaciones de mayores.
Ellos decían cosas como que el “Cheva” Mantilla tapaba mejor borracho que sano. O que ni la “Hércules” ni la “Monark”, hacían mejores bicicletas que las del “Moloche” Palacios en el gramado de juego. O que la mujer del “Pepe” Acosta no era guapa sólo de cara, sino también trompeándose en la tribuna de preferencia. O que la “Tía Causera” se estaba poniendo buena.
En fin, dejemos las ocurrencias de estas buenas personas, y volvamos al Vivero Forestal con el partido Gálvez versus Mannucci.
Ya he dicho que no recuerdo a los jugadores de aquel encuentro. Además yo estaba allí sólo para vender naranjas.
Súbitamente, frente a mis ojos se alzó parte de una edificación entonces desconocida para mí. Pude ver un enorme cerco de adobes y ladrillos sin enlucir, una puerta grande, una multitud apostado delante de la entrada, y, un griterío entusiasta provenía desde su interior. Era el viejo estadio Vivero Forestal de Chimbote.
La entrada frente a mi vista era la Puerta Nº 1 del estadio, colindante con el coliseo Paul Harris y de cara a la avenida Industrial de Chimbote. Y la muchedumbre congregada frente a este acceso, era la gente que esperaba por La Segundilla.
La Segundilla, era los quince minutos finales de los encuentros de fútbol disputados en el viejo estadio. Las puertas se abrían, y los aficionados que no había tenido dinero para comprar su boleto, entraban gratis a mirar el último cuarto de hora del partido.
Y eso era lo que mi hermano Coco había tenido en mente, cuando pensó en un buen lugar para vender las naranjas.
A mis siete años de edad, la experiencia personal más próxima a lo que estaba a punto de presenciar, eran mis domingos en La Pampa de la urbanización 21 de Abril de Chimbote. El mismo terreno donde hoy se encuentra ubicado el colegio Santa María Reina.
Recuerdo que domingo a domingo, mis hermanos y yo, cruzábamos la pista de la avenida Aviación que separaba mi casa de La Pampa, y en este canchón de tierra veíamos a nuestros primeros héroes del balompié disputar partidos de fútbol por honor y modestos trofeos. Equipos como el Juan Joya, Cenit, Estrella Roja, y el San Francisco de Asís sudaban la camiseta ante una muchedumbre reunida alrededor de los cuatro costados del campo de juego.
Pero aquellos domingos en La Pampa, no me habían suficientemente preparado para este otro domingo de 1968.
Una vez que se abrieron las puertas para La Segundilla, la gente entró corriendo al estadio. Detrás de ellos, y en medio de una polvareda de tierra, mi hermano Coco y yo empujamos nuestro triciclo.
De aquel día en el estadio no recuerdo mucho en realidad. Pero mis escasas remembranzas se quedaron conmigo, tatuadas en mi mente para siempre.
Me impresionó el verdor del gramado de juego. No había visto antes en Chimbote tal extensión de grass. Era más grande que las áreas verdes de la Plaza de Armas y la Plazuela 28 de Julio (hoy Plaza Grau).
Me impactó también el colorido de la muchedumbre en las graderías. La diversidad de atavío, acentuada por la claridad brillante del día, me invadió de luz y algarabía.
Y me gustaron sobremanera los colores de la casaquilla del José Gálvez FBC, porque eran los mismos colores de la bandera de mi patria.
Efectivamente, aquel domingo de 1968, en el gramado de juego, el equipo de la franja roja disputaba la clasificación de la Zona Norte “B” de la Copa Perú, enfrentado al Carlos A. Mannucci de Trujillo.
Debido a la fragilidad de mi memoria, por mis escasos siete años de edad, no recuerdo a ningún jugador galvista de ese día.
Lo que sí recuerdo es que por aquellos años en que los días eran siempre soleados en nuestro puerto, al final de los partidos en el estadio la gente “bajaba” en tropel por las calles de Chimbote. Y desde la esquina de mi casa yo los veía pasar.
Cerca de mi vivienda docenas de personas pasaban caminando por la pista. Ellos habían cruzado El Panteón en el barrio El Progreso, habían atravesado también el jirón José Balta y la urbanización 21 de Abril. Muchos, a través de la avenida Aviación, seguirían con dirección a los barrios 12 de Octubre y El Zanjón, y otros hacia San Isidro, Magdalena Nueva y el Dos de Mayo.
Algunos de ellos, en su retorno a casa, se detenían en el negocio de mi padre, y tomaban un par de cervezas “al paso”. Y yo siempre estaba ahí, en medio de los bebedores de cerveza, porque me gustaba escuchar sus conversaciones de mayores.
Ellos decían cosas como que el “Cheva” Mantilla tapaba mejor borracho que sano. O que ni la “Hércules” ni la “Monark”, hacían mejores bicicletas que las del “Moloche” Palacios en el gramado de juego. O que la mujer del “Pepe” Acosta no era guapa sólo de cara, sino también trompeándose en la tribuna de preferencia. O que la “Tía Causera” se estaba poniendo buena.
En fin, dejemos las ocurrencias de estas buenas personas, y volvamos al Vivero Forestal con el partido Gálvez versus Mannucci.
Ya he dicho que no recuerdo a los jugadores de aquel encuentro. Además yo estaba allí sólo para vender naranjas.
“La Ruta de las Naranjas” en 1968, vista de sur a norte.
La línea blanca con puntos indica la ruta. Fuente: © 2010
Google. Cortesía de Miguel Koo Chía
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Pero hay una imagen en particular de ese domingo que sí tengo registrada en mi mente. El instante fue así:
El partido ya había terminado. Algunos de los jugadores se habían retirado a los camerinos. Más de la mitad de la gente seguía todavía en las tribunas. Y mi hermano Coco codeó mi costado, apuntó hacia el campo, y me dijo: “Ese gringo es Pepo Mannucci”.
Efectivamente, en el circulo central del gramado de juego, un reportero radial entrevistaba a don Pepo Mannucci, el dirigente histórico y mecenas del equipo trujillano.
En cuanto al encuentro en sí mismo, es parte de la historia saber que ese decisivo match terminó empatado uno a uno.
Aquel año, 1968, el Carlos A. Mannucci ganó la Zona Norte “B” de la Copa Perú, y se clasificó para la Gran Final de Lima, donde campeonó y ascendió al fútbol profesional descentralizado.
Para ser honesto, no recuerdo bien si mi hermano Coco y yo vendimos muchas naranjas aquel domingo, cuando visité por primera vez al estadio Vivero Forestal de Chimbote.
Lo que no tengo ninguna duda es que ese día adquirí un amor entrañable por el equipo de la franja roja.
Un amor que se inició en la pureza de la niñez, y que continuó durante el romanticismo de la juventud.
Después, como que me hice adulto. Y las cosas cambiaron.
Pero eso es ya otra historia.
El partido ya había terminado. Algunos de los jugadores se habían retirado a los camerinos. Más de la mitad de la gente seguía todavía en las tribunas. Y mi hermano Coco codeó mi costado, apuntó hacia el campo, y me dijo: “Ese gringo es Pepo Mannucci”.
Efectivamente, en el circulo central del gramado de juego, un reportero radial entrevistaba a don Pepo Mannucci, el dirigente histórico y mecenas del equipo trujillano.
En cuanto al encuentro en sí mismo, es parte de la historia saber que ese decisivo match terminó empatado uno a uno.
Aquel año, 1968, el Carlos A. Mannucci ganó la Zona Norte “B” de la Copa Perú, y se clasificó para la Gran Final de Lima, donde campeonó y ascendió al fútbol profesional descentralizado.
Para ser honesto, no recuerdo bien si mi hermano Coco y yo vendimos muchas naranjas aquel domingo, cuando visité por primera vez al estadio Vivero Forestal de Chimbote.
Lo que no tengo ninguna duda es que ese día adquirí un amor entrañable por el equipo de la franja roja.
Un amor que se inició en la pureza de la niñez, y que continuó durante el romanticismo de la juventud.
Después, como que me hice adulto. Y las cosas cambiaron.
Pero eso es ya otra historia.
New Hampshire, USA
Agosto, 2010
Agosto, 2010
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Felicitaciones EDUARDO, el historial del José Gálvez es para vibrar de emoción y mil recuerdos así como está contado en este bello artículo. Tal vez pronto, aparte de difundirlo en nuestros blogs, estemos difundiendo en una revista cultural, con tu autorización anticipada.
ResponderBorrarUn abrazo desde el mar azul de Chimobte
Víctor Hugo
Eduardo, que interesante evocación de la edad en la que uno va aprendiendo aceleradamente el camino de la vida.
ResponderBorrarYo tuve el honor de jugar por el Club "Manuel Rivera" que luego sería el "José Gálvez" el año 1960, integrando el trío central con Guillermo "Tato" Ostolaza, el "Chino" Manuel Rivera Sánchez, por supuesto mucho mayor que nosotros; yo terminaba la secundaria en el Colegio Nacional "San Pedro", cuyo local quedaba en el Jr. Alfonso Ugarte de ese Chimbote del ayer.
Sería bueno que de vez en cuando revises mi blog en el que incluyo algunas novedades.
http://www.victorunyenvelezmoro.blogspot.com
Atte.
Víctor Unyén Velezmoro
Eduardo.
ResponderBorrarFelicitaciones, espero que algún día vuelvas a ese corazón de tu vida, Chimbote. No dijiste si se acabaron de vender las naranjas, creo.
Saludos
Estimado Eduardo:
ResponderBorrarNo es tarea fácil, escribir un comentario, luego de plumas importantes (e históricas) de nuestra ciudad, no obstante, dejame alabar la honradez de tu texto, bañado de reminiscencias emotivas y ocurrentes metáforas, gracias por retornar a un pasado glorioso del "Vivero" y de un equipo que simboliza el sentimiento de un pueblo.
También mi gratitud, por compatibilizar con abnegado criterio, a personajes mediáticos con otros casi desconocidos, admiro el oportuno rescate de estos últimos; lo que me sirve para elevar un recuerdo de cariño a tu Padre y un abrazo a la distancia a tu hermano Roger.
Que duda cabe, es un orgullo ser tu amigo y un privilegio leer (y releer) tus escritos.
Un abrazo, desde esta (también) amada, Barcelona.
Motta.
Eduardo,Por esos años yo tambien me apuntaba a la segundilla o en caso contrario me prendia de algun señor para poder ingresar sin pagar x q habia esa posibilidad, solo cuando ya te veian medio maltoncito no atracaban y te choteaban y no quedaba otra que esperar la segundilla.
ResponderBorrarbellos recuerdos muy bien narrados y que hacen añorar esos momentos tan felices, mi recuerdos a tu persona mi estimado Eduardo
Un saludo fraterno a la distancia
Querido Hermano Eduardo:
ResponderBorrarHace algunas semanas leí este relato tuyo, el mismo que hincó mi corazón evocando nostalgias, las mismas que ya había casi olvidado. Conforme fuí leyendo cada corto parrafo más laceraba mi alma de emoción, y ello por tres razones: por lo hermoso como lo cuentas, porque encarna una experiecia parecida posiblemente de muchos niños chimbotanos de la época, y porque él que lo relata es mi hermano ... qué hermoso escribes!
Lo que sigue es una declaración muy personal pero deseo decirte que en Literatura y Cuento Infantil hay tres que penetraron en mi corazón para siempre: Paco Yunque de Cesar Vallejo; un cuento perdido en el anonimato, pero recordado minimamente en mi mente, titulado "El Gusano" de mi alguna vez profesor de Lengua y Literatura en la U.N.T., Luis Cabos Yépez; y finalmente por todo el escenario desarrollado en un mundo que es nuestro mundo (Chimbote) "Mi Primera Visita al Estadio Chimbote" de tí Eduardo.
Este Blog es hermoso por todas las reminisencias que consigo entrañan para esa generacion de niños y adultos que asistimos a vivirla, y porque esas mismas reminisencias se perpetuan en hermosas lineas.
Familiarmente hablando, este Blog es una terapia de compenetración entre tú y yo, y que salva nuestras distancias geográficas.
Te Abrasa y quiere
Tu hermano Alberto Quevedo-Serrano
HOLA EDUARDO, me mata de emociones tu relato, creo que muchos de niños fuimos al Gomez Orellano, yo lo hacia pero no a la segundilla, sino, que mi mama, me ponia la mejor ropita me peinaba y con solo mis pasajes me iba al estadio (vivia en miraflores alto), pero porque iba asi, porque habia visto que un mayor podia pasar con un niño, y los niños no pagaban, entonces me acercaba a pedirles de favor que me hagan pasar, fingiendo ser padre e hijo, jajaja, gran recuerdo, luego fui ya mayor para hacer lo mismo con los niños que no podian comprarse unas entradas, les compraba a alguno que elegia del momento y era como contribuir viejos favores, aquellos menores nunca entendian porque lo hacia, dirian esta loco este tipo, pero era quedar bien conmigo mismo y con mi niñez. Ahora radico en argentina y sigo siempre a la franja.
ResponderBorrarRubén:
ResponderBorrarBella evocación de los viejos tiempos la que nos presentas . Dices: "era como contribuir viejos favores", creo que es la mejor manera de describir a ese "cambalache" de la vida.
Bienvenido a este Rincón de los Recuerdos, y esperamos verte a menudo.
Un abrazo,
Eduardo
Estimado amigo Eduardo
ResponderBorrarGran recuerdo de evocacion y extraordinaria narración.
La primera vez que llegue al estadio lo hice con mi padre Max Orlando y mi tio Tito, trabajador e hincha del Sogesa, llegamos en un taxi, haciendo nuestro ingreso por la parte posterior de la av. Industrial, inmediatamente mi padre me dije que teniamos que buscar unas piedras, adobes para poder sentarnos, no habia tribunas, era un partido del Gálvez y del Sogesa,
Ganó el Gálvez como siempre, este partido fue entre los años 68 o 69, recuerdo al arquero Superman Alvarez, y es verdad un niño podia ingresar con una persona mayor, y ahora me pregunto porqué me metía por el hueco que la gente hacia en la pared de un costado del estadio para no pagar, otras veces escalando la pared con una soga, siguiendo a los mayores y todo por ver al Gálvez, nuestro querido José Gálvez, mi hermana me dice asustada todo eso haz hecho, recien lo sabe.
Un abrazo
José Luis
José Luis:
ResponderBorrar¡Excelentes recuerdos! Justamente estoy preparando un artículo sobre las diferentes formas en que entrábamos al estadio, cuando fuimos chibolos. Si lo deseas, puedes escribirme al respecto a mi email: edquevedo@yahoo.com
Un abrazo,
Eduardo
Eduardo,
ResponderBorrarSentimientos encontrados y una profunda emoción al viajar a esos tiempos, y poder recordar épocas imborrables de nuestra algunas veces lejana memoria. Recuerdo fui a ver un partido de Jose Galvez Vs. Mannucci a Chimbote, para entrar al estadio sin pagar (por supuesto por falta de recursos), pedía en la cola a alguna persona mayor que me haga entrar con él y siempre eso me daba resultado; en medio del emocionante partido nos pusimos con un amigo a vender anticuchos para tratar de completar el pasaje, así canchuelear y tener recursos para comer algo también; el estadio estaba repleto y no alcanzaba un alfiler. Al final del partido mi querido Eduardo, lastimosamente para tí, ganó Mannucci, para nosotros fue un viaje espectacular de regreso no recuerdo muy bien como fue pero llegamos que fue lo importante a nuestro destino. Voy a buscar datos Eduardo y si me permites te los paso para alimentar este rincón tan hermosos e interesante creado por ti!!!!!!!!! Un abrazo,
Elmer
Elmer:
ResponderBorrar¡Sensacionales recuerdos!
Desde luego que estos artículos pueden enriquecerse a través de los comentarios. Los cuales pasan a formar parte del texto, así que enhorabuena para cualquier aporte.
Un abrazo,
Eduardo
Emocionante, nada como revivir esa etapa cuando uno es chico y descubre las cosas buenas y lindas de la vida.
ResponderBorrarIsbel
ResponderBorrarMe haz hecho recordar momentos imborrables y gratos de mi niñez, como no recordar los clasicos Galvez-Sogesa, Lolo Fernandez-Maritimo, o Alianza Miramar-Strong Boys. Eran partidos inolvidables luchados de principio a fin. Como no recordar a la vendedora de causas "La Natacha" o al historico "riquito" que decia: uno para que alcance para todos o el Galvez va entrenar (cuando iba a jugar un partido oficial o a "Harry" y su hno. Moloche que viven en Olaya cuadra 6.
Gracias Eduardo por hacerme recordar momentos de mi niñez.
CESAR ALFONZO QUIROZ MURGA."CABEZON" OLAYA CUADRA 6
Hola César Alfonso, gracias por escribir y compartir tus recuerdos de aquella hermosa etapa del deporte de nuestro puerto.
BorrarUn abrazo y muchos éxitos en tu vida!
Eduardo
Gracias amigo del barrio soy "El muñeco". Tal ves no recuerdas. Pero al leer estas remenbranzas me traen mucha felicidad.
ResponderBorrar¿El Muñeco? El único Muñeco que recuerdo de mi barrio es a Jorge Lucas Pajuelo, un poco menor que yo, pero que uno de sus hermanos estudió la primaria conmigo en la Escuelita de San Isidro.
BorrarSaludos de todas maneras amigo,
Eduardo
Esos tiempos de la niñez, son impresionante, recuerdo, cuando vivía en el jirón enrique palacios, mi madre vendía anticuchos, en la esquina del cine chavin, entre bolognesi y Enrique palacios, y siempre iba los domingos al estadio a vender sus anticuchos, yo lo acompañaba, para ayudarle a acomodar su mesa y atizar el fuego, me acuerdo que a mi mamá le faltaba manos para despachar,y recuerdo una vez que jugaba el Gálvez con alianza Lima no me acuerdo que año fue, pero si recuerdo que el Gálvez le ganó al alianza Lima, me recuerdo que Avia un jugador del Gálvez que era chimango mazo, el le dio duro con su juego al alianza Lima, jugó bien bonito era la estrella del Gálvez, yo tendría por lo menos 11 o Doce años, estaba chiquillo, y desde ahí quedé impresionado con el José Gálvez, era famoso en esa época, sonó bastante el Gálvez, para lo que es hoy día el Gálvez, pero la gente siempre, no pierde las esperanzas de que algún día el Gálvez vuelva a ser como aquellos tiempos.
ResponderBorrarHola Eduardo, buscando datos sobre la «segundilla» encontré tu hermoso relato. Soy un trujillano que de niño y jovencito miraba entre fascinado y risueño el mar de gente que ingresaba a la carrera al estadio Mansiche minutos antes de que finalice un partido. Yo mismo debo haber ingresado así alguna vez, lo pongo en condicional, porque a veces creo que mi vida yo la he soñado. Un abrazo.
ResponderBorrarHola Eduardo y a los tiempos haces una reseña de tu vivencia deportiva en ese partido sobresalió "Chalakito" Alva que lo bailo a Maurtua .marcador del Manucci, buenos momentos en esa época. Saludos Eduardo
ResponderBorrarAmeno relato. ¡Felicitaciones! 🤗⚽️
ResponderBorrarAbrazos y bendiciones estimado Eduardo para Ud. y familia. Buen fin de semana también.🙏👍🫂
Te felicito Eduardo, una historia muy bien narrada, que nos traslada en el tiempo y la volvemos a vivir.
ResponderBorrarUn abrazo
Espectacular relato de tu niñez estimado Eduardo !
ResponderBorrarSaludos desde el rico Chimbote.
MUCHAS BENDICIONES EDUARDO,, NO TE PIERDAS, TUS RELATOS SON LINDOS SIEMPRE TE HE DICHO QUE DEBERIAS PUBLICARLOS EN UN LIBRO,, SUERTE AMIGUITO
ResponderBorrarHola Eduardo como siempre un gran relato incluido sus ocurrencias es parte de tu vivencia gracias Abrazos
ResponderBorrarComo siempre nuestro querido Eduardo recordándonos nuestra niñez y juventud, la diferencia es que yo era hincha de SOGESA.
ResponderBorrarBuenas noches Dios te bendiga bueno que puedo decirte de partido nada pero como lo relatas es un relato muy lindo y bien hecho amigo de infancia
ResponderBorrarBuen relato ,lo vives! esos recuerdos amigo.
ResponderBorrarGracias, Eduardo por compartir tus buenos momentos, felicidades qué Dios te bendiga ahora y siempre.
Siempre impresionádonos con tus relatos, que si comienzas no lo sueltas hasta terminar.
ResponderBorrarGracias una vez más. Bendiciones
Hola Eduardo, que bueno que hayas decidido reiniciar la difusión de tu trabajo en el blog.
ResponderBorrarUna pregunta, esa foto del equipo Manuel Rivera en qué cancha están?
Hola Alberto, es el estadio Vivero Forestal, en otras palabras el Gómez Arellano, década ‘60.
BorrarEduardo ya, ahora que lo veo bien, cuando yo fui a la final del campeonato del 70 entre UJ y JG, ese montículo estaba presente
BorrarHola Eduardo muchas gracias por todo yo tambien estudié en la Escuela " GOMEZ" hice toda mi primaria en la Escuela 89007
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